Regreso a la vida y ritmo cotidiano tras el escaqueo permitido por la excusa navideña. Durante estos días, me ha sorprendido una vez más la vorágine consumista en su total esplendor, como mecanismo de liberación de las ansiedades reprimidas, o como mero signo de ostentación. Comprar porque sí, para ser mejores, para propia satisfacción y como medio de conseguir un placer inmediato; dicho así casi parece un remedio terapéutico.
Patricia Colino cree que este espectáculo tiene un efecto perverso en la infancia, que en demasiadas ocasiones llegan a identificar a sus progenitores con una tarjeta de crédito.
Consumistas precoces plantea la disyuntiva del aprendizaje del uso del dinero, la obtención de gratificaciones inmediatas y la conveniencia o no de establecer una asignación semanal a las criaturas y adolescentes.