André Glucksmann se sorprende de que los grandes mandatarios mundiales acaricien el pelo de la Rusia putinesca. Lo achaca a cierta atracción histórica de ese país sobre los otros. En mi opinión no hay nada de eso sino asquerosas tácticas políticas y pagarés a largo y corto plazo: todos ellos saben perfectamente quién es Putin y qué hace y cómo lo hace. El resto del artículo es una interesante revisión histórica y una puesta al día: “Despertémonos. Los soldados que saquean, violan y asesinan a la población civil chechena no se convierten en ciudadanos normales en cuanto vuelven a su casa. Un pueblo descerebrado por 70 años de comunismo y desengañado por el caos posterior intenta mantenerse a flote en una desesperación paralizadora. Una clase dirigente educada en el totalitarismo corre el peligro de caer sin remedio en un nihilismo sin fronteras ni tabúes. El final del imperio soviético tiene dos salidas, la de Havel o la de Milosevic. La de una democratización costosa, sembrada de trampas y, por tanto, lenta, y otra más expeditiva, belicosa, aterradora e incluso terrorista, una chapuza autoritaria.”
Ruleta rusa [*pdf].