Alfredo Bruñó ha pasado
otras navidades, distintas pero ha celebrado igualmente: el solsticio de invierno: “Quienes hayan antes leído estas columnas que Almacén me encarga, sabrán que detesto las aglomeraciones, incluso las de seis o siete personas. Y deben saber también que detesto los aeropuertos, sobre todo cuando a toda la población se le ocurre trasladarse al mismo tiempo. Así, ya que viajar me está vedado en estas fechas, y prefiero evitar los encuentros con la familia, la mía o la de otros, el círculo de las opciones se hace confortablemente pequeño, al punto que no tengo que decidir nada: me quedo en casa y me quedo solo, como un camaleón que ha perdido la necesidad-habilidad de cambiar de color.”
El encuentro en el solsticio.