Quizás la grandeza de La Celestina estribe en que su autor la escribió como quien construye un laberinto, con los mejores materiales, pero tan encriptado que nos llega hasta hoy intacto.
Mari Carmen Moreno escribe sobre la obra de Rojas: ”[Calisto] Es un personaje tan subversivo, tan cruel o egoísta, como la propia Celestina. Como no le infiere ninguna simpatía a su autor decide cargárselo de la manera más imprevisible, para mofa del lector, para muestra de su incoherencia, de su vida embotada por un único dominio: Melibea. Pero no la Melibea dulce, dechado de cualidades, sino la sabrosa Melibea, la fruta prohibida, el ave el atrapa al fin, a la maltrata violentando con presteza sus deseos, provocando su ira. Calisto se niega a aceptar las convenciones establecidas por el amor cortés, se niega a silenciar su gozo, se niega a recorrer todos y cada uno de los pasos que acceden al galardón, y a mantener el recuerdo de su amada limpio; lo ensucia, como ensucia su vida en el cieno, en la muerte más ridícula de la obra para escarnio de todos aquellos amantes que primasen su egoísmo frente al amor, sin atender a sus requerimientos, sin respetar sus leyes.”
Agata y otros ojos «Una obra clave de la literatura: La Celestina».