Yo no sé qué decir, la verdad. Soy gallego, y esto conlleva, además de la humedad de serie, un enrevesado escepticismo supersticioso. Por eso, cuando vi las imágenes del supuesto —¿presunto?— fantasma del del palacio de Hampton Court por un momento gocé como un niño y me peiné los pelos erizados de la espalda; después, claro, leo a Luis Alfonso Gámez y ya me tranquilizo: “No creo que la explicación sea de otro mundo. Me parece que el único que está tras la buena pista es Wiseman, quien ha dicho a ‘The Daily Telegraph’: “O se trata de un golpe publicitario para atraer más visitantes al palacio, lo cual dudo, o de un visitante que quiso ayudar cerrando una puerta”. Yo me inclino por la primera hipótesis en este periodo prevacacional, porque ¿desde cuándo los fantasmas han dejado de atravesar las paredes?” Pero haberlos hailos. ¿Desde cuando los fantasmas abren y cierran puertas?