El oficio de llover, artículo de
Javier Marías, viene de llevarse un premio gordo. El artículo es una dura crítica a la sociedad, que permite que los políticos hablen sin contenidos y no paguen las consecuencias. Su diagnóstico para esta falta de reacción es que “quizá responda a algo más hondo: a la ya larga costumbre, desarrollada por el grueso de la población, de no escuchar casi nunca nada a nadie; y eso obedece a su vez a que cada día es más la gente que habla y habla sin parar; de manera compulsiva, enfermiza, sobre todo por teléfono. O que más bien emite sonido con apariencia de sentido, pero sin interés ni contenido real alguno.” Es el viejo discurso moralista y en el fondo reaccionario —la tecnología de fondo: le echa la culpa a los teléfonos móviles— de
cualquier tiempo pasado… Yo creo que el mal es otro —y quizás relacionado con la tesis de Marías—.
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Por un lado, el hastío, el profundo aburrimiento que producen los discursos políticos, básicamente porque siempre se sabe lo que van a decir; también está el hecho de que pesa la sensación de que en realidad da igual lo que digan porque finalmente van a hacer lo que quieran, protestemos o no. Pero por otro lado está el creciente analfabetismo funcional—y quizás relacionado con la tesis de Marías— enraizado en la bajísima calidad de aquellas entidades de las que aprendemos y nos educan: pienso en el sistema educativo (LOGSE) y en los Medios de Comunicación; el primero tan preocupado en enseñar valores y en atender a la diversidad que no enseña nada, y el segundo que emite para niños con graves deficiencias intelectuales.
2003-12-19 08:50 El artículo no es nada moralista, no toda estupidez es culpa de los políticos, son los mismos a los que oyes tú, y a los que oigo yo.
2003-12-20 18:08 Pedro Ruiz entrevistó el otro día a Julia Otero, y decía ella que es difícil ser político hoy en día, porque están presos de la dinámica informativa: no hay tiempo para discursos pausados, sólo para titulares y frases lapidarias. También afirmó que los políticos no le parecen malas personas. Vamos, ni buenas. Que simplemente son un reflejo de lo que hay en la sociedad y que no entiende que se los demonice más que a otros. Interesantes reflexiones.
2003-12-20 18:42 Sí, en ese sentido creo que va el artículo de Marías y, también, mis comentarios: ellos pueden no decir nada porque los que les escuchan no lo aprecian o les da igual. O viceversa. Saludos.