Tal y como está la educación a uno le sorprede que se formen las polémicas que se forman en torno a los libros de historia; me sorprende, aclaro, que determinados grupos tengan la inteligencia suficiente como para darse cuenta de que un libro de historia en la escuela puede crear muchos prejuicios y fomentar muchos amores y muchos odios, y también me sorprende que haya quien se dé cuenta y avise del atropello. En España sabemos de eso, pero Alberto Piris habla de los libros de historia de las escuelas de Kosovo, que a su modo de ver pueden encender la chispa de una hoguera dormida pero no apagada: “Aunque los políticos y los adultos en general puedan convertir en un casus belli cualquier sugerencia que se estime ofensiva para el honor de su pueblo, la esperanza puede estar en los destinatarios de los libros. Un joven kosovar daba hace poco muestras de mayor sensatez que sus mayores: «No me creo apenas nada de lo que dicen los libros de Historia que nos dan. Pero me los estudio bien, para sacar buenas notas»” Esos textos de historia.