La literatura como frontera. Yo he salido con cicatrices que aún conservo de algunas batallas de ficción.
David Álvarez habla de esa frontera entre la ficción y la realidad, normalmente infranqueable, pero que a veces se une por túneles o puertas y todo se mezcla: “La diferencia entre lo real y lo ficticio está clara hasta que deja de estarlo. Claro. Hasta que, por ejemplo, uno se pone a leer las crónicas que una periodista rusa escribió de la guerra de Chechenia, por ejemplo. Entonces se cae hasta el fondo de uno de los pozos de ocho metros en los que los soldados encerraban a algunos chechenos durante días. Y aquí no quiero decir que uno consiga hacerse a la idea de que podría pasarle a él lo de que le metan en un pozo estrecho y profundo. No, no quiero decir eso. Quiero decir que, extrañamente, uno cae al pozo. Y está en el pozo. A ocho metros de profundidad. Al principio parece que ha caído del mismo modo que ha marcado un gol en la final de la Champions, que ha entrado en lugares inexistentes. Pero no.”
Mancha.