Sin duda el principio de igualdad es una de las bases de las sociedades modernas. Y en (¿casi?) ninguna se desarrolla efectivamente. Los problemas empiezan con el concepto, ¿qué es la igualdad?
Agustín Ijalba, lúcido como siempre en su labor de inquisidor en el más noble sentido de la palabra, rodea el término, hurgar en él y apunta una serie de posibles debates sobre el concepto: “La formulación jurídica del principio de igualdad más extendida hoy en día es la que propone tratar desigualmente las situaciones desiguales, y viene a decirnos que la ley no puede tratar igual al que duerme diariamente en la calle y al que camina diariamente sobre moquetas. ¿Pero hacia dónde se decanta el derecho? ¿No es acaso cierto que los delitos llamados de guante blanco mdash;esto es: ¡aquellos cuyos autores no se manchan las manos!— acaban diluyéndose en el despacho de los mejores y más caros abogados del país, mientras que el delincuente de poca monta —¿debería ser llamado de guante negro?— cambia la calle por la trena?”
La igualdad.