Había un festival de música Folk que, además de presentar lo mejor de ese estilo musical, servía de reunión de protesta social y de reducto de determinadas tendencias políticas y de herbidero antigubernamental que resultaba molesto a las autoridades. La solución fue sencilla: subvencionarlo; ahora, convertido en un festival importante, con la tele pendiente y gente de toda Europa acudiendo, se acabó la subversión.
Naomí Klein explica cómo la administración Bush está siguiendo en parte una táctica similar para acabar con las ONGs que picotéan sus testículos: “Antes de lanzarse a una nueva aventura en el exterior, el equipo de Bush tiene una tarea doméstica de la que ocuparse: barrer con las díscolas ONG que predisponen a la opinión pública internacional contra las bombas y la imagen de Estados Unidos. La guerra contra las ONG se desarrolla en dos frentes. Por un lado, se compra el silencio y la complicidad de los principales grupos humanitarios y religiosos ofreciendo contratos de reconstrucción muy lucrativos. Por otro lado, se margina y se acusa a las ONG más independientes de constituir una amenaza para la democracia.”
¡Cuidado con lo que dicen!