Jorge Ramos Abalos huye de las generalmente pobres e insulsas razones de los movimientos antiglobalizadores para trazar un panorama de pros y de contras argumentados de un movimiento tan imparable como peligroso: “La globalización —hay que decirlo— no ha sido un juego limpio. Ha beneficiado enormemente a las corporaciones transnacionales y protegido a los trabajadores de los países más ricos. Un ejemplo. Desde 1978 Estados Unidos le ha dado más de 300 mil millones de dólares a sus agricultores en subsidios. Y gracias a una nueva ley firmada por el presidente George W. Bush en 2002, el gobierno norteamericano entregará, cada año, cerca de 19 mil millones de dólares a unos 900 mil agricultores. Es decir, en promedio, cada uno de estos agricultores estadounidenses recibirá anualmente un chequezote del gobierno por 21,111 dólares. Con esos subsidios es imposible que un campesino mexicano, dominicano o centroamericano que cosecha maíz, trigo, naranjas o caña de azúcar pueda competir con las grandes compañías de Estados Unidos, dedicadas a la agricultura, que concentran la mayoría de esa injusta ayuda gubernamental. ”
Es la pobreza, estúpido.