Parece que en este país somos más bien pasivos y acomodaticios, y poco dados a la reflexión. Ahora resulta que todos somos juancarlistas como con Franco éramos franquistas: por miedo al cambio, por no pararnos a pensar si lo que hay es lo mejor. Nuestro juez-sirena —por el ruido que arma, no por su sensualidad— ha hablado otra vez, y uno no sabe si dice verdades como puños o diátribas sin interés. En cualquier caso,
Jaime analiza sus declaraciones y la de Ibarra, otro que tal: “Eso sí, puede que estas declaraciones que ni siquiera vienen a cuento tengan algo de confesión. Al fin y al cabo, Jiménez de Parga viene a decir que mientras Franco vivía, eran pocos los que se oponían abiertamente al franquismo, aunque, después de la muerte del dictador todo el mundo se convirtiera en demócrata de toda la vida. Es posible que De Parga quisiera confesar lo que muchos sospechábamos: que su fama de antifranquista es inmerecida y que cuando el generalísimo visitaba la Universidad de Barcelona, él era uno de los catedráticos que más efusivamente le recibía.”
Gente que habla.