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El sutil aroma de la naftalina J.C. Calvo aporta una anécdota más a la deriva en que nada la Iglesia de Roma: la prohibición de que el teólogo Hans Küng pueda utilizar alguna Iglesia de Barcelona para dar una conferencia. “Que en el seno [...] de la ICAR hay individuos que añoran los buenos viejos tiempos anteriores al Concilio Vaticano II no es ningún secreto. Que su cerrazón en admitir reformas que no vulneran sus propias creencias y que serían muy bien aceptadas socialmente (caso de la ordenación de mujeres o de permitir el matrimonio de los sacerdotes) les está apartando cada vez más del pueblo tampoco es el descubrimiento de la pólvora líquida. Que las altas jerarquías vaticanas no se enteren del prejuicio que causan con ello a la imagen de la propia Iglesia es lo que resulta incomprensible.”
2003-11-09 16:03 ¿Y quién confía todavia en los dogmas arcaicos de la iglesia cristiana?