Allá por mis quince años la lectura de las novelas de Wole Soyinka, Premio Nobel por aquel entonces, me hizo desear con todas mis fuerzas ser novelista; afortunadamente aquello se me pasó relativamente rápido. Recordé esto por el artículo de
Sergio Ramírez,
Llegan los bárbaros. Trata sobre el paulatino triunfo de la periferia literaria sobre el centro: India, Sudáfrica, el Caribe… En este fenómeno hay algo de vuelta del hijo perdido, de triunfo despechado del hombre que abandonó la casa adolescente: todas son excolonias y todas mantienen el idioma Imperial. “Las evidencias de la trasgresión de fronteras de esa literatura emigrante empezaron a sobrar. El Premio Nóbel fue otorgado por primera vez a un africano en 1986, el poeta de Nigeria Wole Soyinka, luego a Derek Walcott en 1992, un poeta afrocaribeño, también de habla inglesa, nacido en Santa Lucía, y en 2001 a V.S. Naipul, ciudadano británico pero de raíces hindúes, nacido en Trinidad, los dos últimos hijos de nuestro propio caribe mágico, el mismo de Alejo Carpentier y García Márquez. Se trataba ya de una declaración de conquista, la periferia tomando por asalto a la metrópoli, los bárbaros escalando los muros de la fortaleza.”