Carlos Sánchez Almeida aborda en la quinta y última parte de
De los ciberderechos a la ciberrevolución un hecho social que está ya suponiendo un cambio evidente y profundo de toda una industria y de sus clientes: “El proceso es imparable. El modelo de negocio basado en la venta de copias de una obra informática, musical o cinematográfica, sólo es viable cuando se basa en la exclusiva tecnológica. Hay tres momentos en este modelo de distribución. Si sólo la empresa productora puede producir copias de calidad, la piratería no es negocio (años 80, primeros 90). Si es necesaria una inversión para la copia, pero se ve compensada en beneficios, son negocio tanto la venta lícita como la piratería (años 90). Si toda la sociedad puede conseguir copias de calidad a bajo precio, no hay negocio ni en la distribución original ni en la piratería. Estamos en puertas de este tercer momento: el top manta sólo es necesario para quien no tiene Internet; la tienda de discos, para nadie.”
Propiedad intelectual: el salto cualitativo de la ciberrevolución.
2003-10-31 16:38 ‘A través de Internet, los artistas pueden suministrar su obra directamente a su público: existen soluciones tecnológicas que permiten prescindir de la cadena de distribución comercial. Sólo hay que cambiar el modelo de consumo de masas, basado en la venta de objetos, por un modelo basado en la venta de código, individualizando éste para cada usuario’, dice Sánchez Almeida. Exacto. Pero yo añadiría: el código es también un objeto cultural, y aunque sea nuevo y en cierta medida revolucionario, no debe impedirnos indentificarlo como tal. Podemos llamar derechos de autor y propiedad intelectual a lo que queramos, incluso afirmar, como en cierta medida hace Sánchez Almeida, que éstos han caducado disueltos en internet. Pero la cuestión es sencilla: ¿cómo, cuando y cuánto deben cobrar los que generan contenido?. Y llámalo como quieras. Si todavía alguien se pregunta ‘por qué’ deben hacerlo, entonces lo de menos será la salud del sistema financiero de la industria cultural. El amaterismo tiene sus virtudes. Una de ellas es que es gratis. Lo que comparto con Sánchez Almeida es algo que deduzco de su artículo: nos encaminamos hacia un nuevo modelo de cultura, hacia un concepto revolucionario no ya industrial, sino que modificará el propio concepto de artista, de actividad creadora y los hábitos de consumo de la actividad creativa ajena. Es ahí donde internet le ganará a la imprenta. Con parche, o sin él. Con SGAE o sin ella. Bueno, mejor sin ella. Para eso prefiero el peiperviú.