Ayer se quejaba Paul Krugman en el NYTimes de que en EEUU está prohibido intentar averiguar cómo piensa el resto del mundo. En cuanto aparece un artículo o un libro que intenta saber por qué alguien desconfía(o cualquier otro verbo negativo) de los norteamericanos, enseguida surge una ola de silenciadores que llaman antiamericano al autor. Claro, así se avanza poco y la sutileza, la inteligencia acaban hibernando. Pero
Robert Fisk intenta averiguar qué significa el último ataque de coches bomba en Bagdad: “Los enemigos de Estados Unidos en Irak no trabajan “para” Al Qaeda. No trabajan para el mullah Omar ni para Osama Bin Laden. Sin embargo, han aprendido su propia y singular versión de la historia: atacar a los enemigos en el mes sagrado del Ramadán. Aprender de la guerra en Argelia. Y de la guerra en Afganistán. Aprender las lecciones de la “guerra al terrorismo” lanzada por Washington. Ir a la yugular. “Agárrenlos a todos.” Maten a los líderes. Están con nosotros o contra nosotros, colaboracionista o patriota. Ese fue
el mensaje del baño de sangre de este lunes en Bagdad.”