Abel Posse: “Estoy seguro de que si Borges hubiese conocido la Praga de sus mitos donde yo viví casi seis años, hubiésemos caminado como lo hicimos alguna vez en Venecia, la otra ciudad única. Desde el cementerio judío con la tumba del rabino León, hubiésemos subido por las callejas de la Mala Strana hacia ese mítico castillo (o ciudad-castillo) donde K nunca pudo entrar. Puedo imaginar la ronca risa de Borges al reconstruir la perplejidad del rabino ante ese ser de barro, animado, al que debía buscarle un sentido existencial, una función, y comprendiendo que la mirada del humanoide estaba cerca de la del perro…”
Borges y Kafka en una Praga metafísica.