Esta semana sabíamos que los distribuidores de libros los devuelven por millones a las editoriales; es un mercado que cada vez se parece más al de las inmobiliarias y constructoras: hinchado como un globo, manipulado, falso. Y tampoco los gobiernos parecen muy interesados en promocionarlo más allá de alguna que otra estúpida campaña de animación a la lectura. Ramón Pernas: “La gran biblioteca universal está febril, tiene que reinventarse, urge una refundación de las políticas europeas de promoción cultural, debatir el futuro, si es que el futuro del libro puede todavía replantearse.
Desde la endogamia y la euforia, el mercado español fiel a sus orígenes gremiales no deja de ser triunfalista y evita la autocrítica que permite el diagnóstico. Allá ellos.”
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