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Religión

Jaume Carbonell Sebarroja: ”¿Qué hay detrás de esta reforma? En primer lugar, un intento evidente y bastante tosco de hacer pasar por ciencia y cultura lo que es puro dogma y adoctrinamiento por parte de una sola religión —la católica—, con un ligero barniz de otras religiones. [...] En tercer lugar, existe una violación flagrante del mandato constitucional y de la jurisprudencia democrática posterior, que establece la aconfesionalidad del Estado, su neutralidad en materia religiosa y el respeto a la libertad de conciencia, razón por la cual nadie puede ser obligado a declarar sobre su ideología, religión o creencias y, por tanto, a tener que pronunciarse sobre una u otra opción religiosa. Se confunde la ciencia con el puro adoctrinamiento”. Suscribo punto por punto esto y todo lo que sigue: Religión.
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Artículo publicado por Libro de notas

De “Cuadernos de pedagogía”, septiembre de 2003, nº 327. Se agradece a la revista el permiso de reproducción.

Religión
por Jaume Carbonell Sebarroja

Si nos lo hubieran dicho hace veinticinco años, no nos lo hubiésemos creído. Pero hoy, con la creciente quiebra del consenso en materia educativa debida a las presiones de la Conferencia Episcopal y a las posturas retrógradas y absolutistas del Partido Popular, todo es posible. Con la Ley de Calidad, a partir del curso 2004-05, será obligatorio estudiar Religión desde la Educación Primaria hasta el Bachillerato. La nueva área de estudio, denominada Sociedad, Cultura y Religión, presenta dos opciones, que serán evaluables y tendrán el mismo rango que cualquier otra asignatura: una confesional, cuyos contenidos establece la Iglesia, que también designa y controla al profesorado, pagado con fondos públicos; y otra no confesional, el llamado hecho religioso, para la cual no existen especialistas en nuestro sistema educativo, aunque el Gobierno ha dispuesto que la imparta el profesorado de Historia o de Filosofía. ¿Qué hay detrás de esta reforma? En primer lugar, un intento evidente y bastante tosco de hacer pasar por ciencia y cultura lo que es puro dogma y adoctrinamiento por parte de una sola religión –la católica –, con un ligero barniz de otras religiones. En segundo lugar, sorprende el tiempo que se destina a esta asignatura: –el 10% de la carga horaria en Primaria, mientras en la ESO habrá más Religión que Ciencias Naturales y Tecnología, y muchísima más que Música, Plástica y Ética–, cuando se conocen las carencias formativas que el alumnado tiene en dichas materias, carencias reconocidas por el propio Ministerio de Educación. En tercer lugar, existe una violación flagrante del mandato constitucional y de la jurisprudencia democrática posterior, que establece la aconfesionalidad del Estado, su neutralidad en materia religiosa y el respeto a la libertad de conciencia, razón por la cual nadie puede ser obligado a declarar sobre su ideología, religión o creencias y, por tanto, a tener que pronunciarse sobre una u otra opción religiosa. Y, en cuarto lugar, se confunden interesadamente la libertad de culto y las cuestiones de fe, que pertenecen al ámbito privado –y que en nuestra sociedad democrática están perfectamente reguladas–, con el ámbito público, que no es otra cosa que el sistema de derechos y libertades y el capital de conocimientos humanísticos y científicos que el Estado debe ofrecer, en condiciones de equidad y calidad, a toda la ciudadanía. ¿No es preferible, para avanzar hacia una convivencia más democrática, discutir los presupuestos de una ética común e integradora que imponer los dogmas de una religión que excluye a una parte importante de la sociedad? ¿No es más educativo y riguroso que el estudio objetivo de las diferentes culturas religiosas, desde sus primeras manifestaciones hasta la actualidad, se enfoque desde distintas disciplinas? ¿No es más coherente que la catequesis de cualquier religión se contemple fuera del horario escolar? ¿No sería necesario revisar el Acuerdo sobre Enseñanza y Asuntos Sociales suscrito entre la Santa Sede y el Estado español antes de la aprobación de la Carta Magna? Estas y otras preguntas requieren respuestas serias, imaginativas y consensuadas. Para ello no sirve volver la vista atrás, hacia tiempos preconstitucionales, con el fin de recuperar privilegios, sino que hay que contemplar un nuevo horizonte donde la globalización y la antiglobalización, así como la diversidad y la igualdad, exigen una apuesta de mayor calado sobre el sentido de la laicidad y el diálogo interreligioso e intercultural. Se confunde la ciencia con el puro adoctrinamiento
Marcos Taracido | 02/10/2003 | Artículos | Educación

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