Ana Palacio —o su secretario/a— despliega una prosa académica y llena de tecnicismos político-jurídicos para, digamos, poner a la ONU a caer de un burro. En el planteamiento inicial —y me tiembla la mano al escribirlo— estamos de acuerdo: así la ONU no funciona. Otra cosa son los porqués y los cómos: “Hace ya tiempo que la doctrina internacional acepta el hecho de que no cabe oponer el principio de no injerencia en asuntos internos para excluir a la Comunidad internacional de la fiscalización de las violaciones de derechos humanos básicos. Es urgente que una comunidad global de valores políticos y jurídicos compartidos nos permita dar el paso siguiente en la vertebración de un orden internacional tuitivo sobre todo de los derechos de los más débiles.
NN.UU. puede y debe contribuir a la creación de un área de libertad, justicia y seguridad a escala planetaria.” Quizás debiera decirlo más claramente: La ONU debe ser Estados Unidos.
El estado de derecho visto desde Naciones Unidas.