Dicen que
la justicia es ciega. Y efectivamente en demasiadas ocasiones así lo parece, sí, como si quienes la administran hubiese perdido totalmente su capacidad de discernimiento.
Montserrat Lluis ofrece una breve muestra de algunos ejemplos de
Horrores judiciales. El motivo de su recopilación es la indignación de lo que ha ocurrido con Dolores Vázquez, una víctima más de la práctica de linchamiento social nada ajeno para los medios de comunicación; muchos encontraron en su historia una opción amarillista para rellenar páginas. A veces se olvida la premisa de inocencia, y a veces ésto ocurre cuando “la sociedad” opina; así, cargadita de prejuicios y estereotipos, con avidez de encontrar culpables; quienes administran la justicia también forman parte de esa sociedad.