El espectáculo de la sucesión de Aznar se ha parecido más a las elucubraciones que se mantienen en torno a la sucesión de un dictador (piensen en Castro, por ejemplo) que a las de un partido democrático. Aznar, convertido en jefe supremo, endiosado, enmonarquizado, luce soberbia y autoridad y prescinde de consejos, consultas o plebiscitos para decidir —previa espera terca y dañina para su propio partido— su sucesor: el que mejor pueda seguir gobernando bajo su estela: “Hubo un tiempo, no muy lejano, en que los partidos eran criticados por la falta de cauces para su democracia interna. Se decía de ellos, con desprecio, que eran maquinarias en manos de aparatos políticos en los que los militantes no decidían nada. Se denunciaban los congresos a la búlgara en los que las decisiones estaban inducidas. Pero entonces, por lo menos, en los peores casos, se guardaban las formas. Ahora, por el contrario, estamos inmersos en una operación para prestigiar el caudillaje como el sistema idóneo de eliminación de tensiones y para facilitar la unidad y la victoria.”
Ni siquiera el Papa designa sucesor [*pdf], de
Carlos Carnicero.
2003-09-05 00:23 Teniendo en cuenta que los socialistas se las pintan solos para dejar escapar oportunidades de desbancar al PP podríamos concluir que, debido a esa extraña habilidad de la oposición para oponerse a sí misma, la designación “a dedo” del sucesor de Aznar es, también, la designación “a dedo” del próximo presidente del gobierno. El último presidente del gobierno designado “a dedo” fue Arias Navarro. Hemos retrocedido 30 años en la historia.
2003-09-05 00:24 Teniendo en cuenta que los socialistas se las pintan solos para dejar escapar oportunidades de desbancar al PP podríamos concluir que, debido a esa extraña habilidad de la oposición para oponerse a sí misma, la designación “a dedo” del sucesor de Aznar es, también, la designación “a dedo” del próximo presidente del gobierno. El último presidente del gobierno designado “a dedo” fue Arias Navarro. Hemos retrocedido 30 años en la historia.