Se acaba El Entomólogo, la última de las columnas que inauguraron la
Revista Almacén hace más de dos años. Es una lástima. Cada quince días,
Marcos Taracido nos invitaba a entrar en lo pequeño, lo que muchas veces pasa desapercibido, con verdadera poesía. “Vila-Matas escribía que la elaboración de sus novelas siempre le reservaba sorpresas; que por estructurada que estuviese la trama, los laberintos y las trampas, por medidas que estuviesen las pausas y el ruido, el momento de la transcripción era un campo de minas enterradas que explotaban en cualquier momento, y que era eso lo más apasionante de escribir. A mí, salvando las distancias, me pasa exactamente lo contrario: gozo y disfruto con la creación mental, saboreo la superacióon de las dificultades, los diálogos, la lima y curvación de las asperezas y escollos que me se me van planteando en el trabajo mental. Pero me aburre indescriptiblemente la transcipción de lo pensado a prosa legible; más aún: me decepciona, me parece que relleno un molde perfecto con agua hirviendo que lo derrite y deforma hasta que poco queda del hueco original. Como correr por un campo florido y dejar una estela de destrucción.”
La despedida.