Las fuerzas armadas no han tenido mucho éxito en su paso a la profesionalización. Por un lado, un montón de roportajes han mostrado cómo no se cumplían las promesas publicitarias, la soldadesca seguía limpiando letrinas en lugar de ejercer el trabajo emocionante que esperaban, por otro se está eliminando a muchos veteranos, porque de hacerlos fijos tendrían que pagarles más. Y ya hemos visto lo que pasa con los aviones alquilados.
Lorenzo Contreras: “Para el Gobierno, la urgencia de garantizar efectivos en un Ejército exangüe le ha hecho olvidar sus conveniencias electorales. Con las urnas en puertas, tanto en 2003 como, sobre todo, en el cercano 2004, cuando las elecciones generales desinhiban las críticas de sus competidores, al PP tiene que resultarle incómodo, por lo menos, envainársela en el asunto de la verdadera profesionalización de las Fuerzas Armadas. Lo que en su día fue aprovechado como arma electoral cede ahora el paso a lo contrario, o sea, a una reducción del alcance de aquella primera reforma. Es una confesión de error en sus previsiones iniciales.”
La profesionalización del ejército pasa factura.