Una de las virtudes de la democracia es que de vez en cuando las cosas salen a la luz. Los males se iluminan entre sí. Sin embargo, después de un escándalo, los jefes suelen asegurarse de que no vuelva a ocurrir. El escándalo, no el comportamiento que lo provocó. Creo que a
Lorenzo Contreras le ha quedado bastante bien la empanada (que como la de berberechos con pan de maíz se podría desmoronar en cualquier momento): “A Blair han podido traicionarle en el sentido de ponerle al descubierto. Pero esa circunstancia no le redime de responsabilidad. Simplemente le han delatado, desde dentro o desde fuera de su partido, o desde ambos frentes. Y, al igual que la traición de Tamayo y Sáez sirvió para conocer o atisbar la podredumbre que se escondía en la Federación Socialista Madrileña y en la tribu del PP, con la correspondiente noticia de la llamada trama del ladrillo, así también el tortuoso comportamiento de la BBC ha valido para que se sepa lo que se ocultaba en la preparación de la invasión militar de Iraq. Además surge en este caso una novedad interesante: tal vez sea la primera vez (¿y la última?) que una televisión oficial pone contra las cuerdas del cuadrilátero de la política al poder gubernamental del que en algún sentido depende. En España tal circunstancia habría sido impensable. Y sigue siéndolo ante las perspectivas del enigmático futuro.”
Al menos por la BBC se supo algo.