Me he reconciliado con mi impresora de chorro de tinta; estaba decidida a desahuciarla y sustituirla por una modernidad, pero ha recuperado su total protagonismo; y todo desde que he conocido que precisamente ese sistema de funcionamiento ha servido de inspiración al grupo de investigadores norteamericanos para desarrollar la “impresora de órganos”: “lo que han hecho es imprimir capas alternativas de células y un gel para generar estructuras tridimensionales. En este caso, los cartuchos de tinta han sido rellenados con una solución de células. Además, el software que controla cómo ese fluido se descarga del cartucho ha sido reprogramado. La función de papel la hace el gel biodegradable, diseñado en la Universidad de Washington, que se solidifica cuando alcanza los 32 º C de temperatura”.
La técnica de impresión de órganos nos acerca a la eternidad.