André Glucksmann escribió todo un libro —de argumentaciones varias, algunas muy interesantes:
Dovstoieski en Manhattan— para justificar la política de guerra preventiva estadounidense. Ahora, en
La canción del verano, juega en exceso con la ocultación y la utilización parcial de declaraciones y noticias para atacar a quienes hablan de mentiras en torno a las pruebas y acusaciones de que Iraq tenía armas de destrucción masiva: “Los mensajes contradictorios de los aprendices de brujos —la tengo, no la tengo— son racionales en su duplicidad: abstente ante la duda, aconsejan a quien pretende controlarlos por las buenas o por las malas. En la cuestión iraquí, hay una certeza: Sadam no poseía todavía ningún misil nuclear; en cuanto a los artefactos biológicos o químicos, la confusión extendida por el rais persiste. Sólo ha habido un mentiroso probado, Sadam, y tropezó con sus propias triquiñuelas.”