“Especializar la información que aparece en un periódico y repartirla en un puñado de publicaciones supone transformar a un gigante en muchos enanos, fragmentar la fotografía que el lector se lleva en su memoria cuando deja el periódico sobre la mesa y convertir la información general en sectorial, más apta para los especialistas que para las personas, para las tuercas que para las máquinas.” Esto lo dice
Pedro de Alzaga respecto de los vientos que vienen soplando a favor de un cambio que supuestamente producirían las bitácoras en el mundo del periodismo. Efectivamente, no hay sustitución: una bitácora no es un periódico, y ambos ofrecen cosas muy distintas. La mayor virtud de la bitácora es dar voz al que de otro modo no la tendría, y si esa voz es válida supondra
otra versión de la realidad, una fuente alternativa de la que beber y, también, dónde ampliar o contrastar lo que nos ofrece el periódico. Dice bien de Alzaga: “Pero ningún formato por sí mismo garantiza la información que contiene, sino el trabajo de las personas que elaboran la información y los criterios periodísticos que usan para tratarla.” Y básico es, a la hora de acudir a uno u otro medio, saber leer.
El incierto rumbo de las bitácoras.