No me hace ninguna gracia que se confunda la vida política con el teatro (para insultar a la vida política): quien lo dice no va nunca al teatro y no sabe lo que significa. Acto seguido se denuncia la “televisionización” de la política, o sea que encima se compara televisión con teatro. David Mamet dice que el teatro es catártico mientras que la televisión es analgésica; en otras palabras, el teatro participa de la vida psíquica de la sociedad, la tele es una aspirina. Una diferencia considerable. El artículo que ha suscitado este arranque mío es
La fuerza del ‘reality’, de
Fernando González Urbaneja: “Puede que hayan sido los calores de junio, o la incapacidad de quienes dirigen los partidos, pero pasito a pasito, tacita a tacita, imitan lo peor de los reality y derrapan hacia el modelo italiano.”