Cada vez, el fútbol resulta más interesante como negocio, como una especie de guerra económica ceremonial en la que hay mucho en juego, y menos como deporte. Como deporte resulta un tanto aburrido, la verdad. Incluso muchos enamorados de un jugador o de un equipo, entienden poco o nada del juego. Importan más el triunfo, la camiseta, el pequeño orgullo del lunes, tomando el café con los compañeros de trabajo.
Joaquín Marco: “Cuando desde el fútbol se mueve tanto dinero, cuando los contratos son sujeto del análisis de los bufetes de abogados de mayor prestigio, cuando el jugador ha dejado de ser sólo un deportista para convertirse en un icono de determinados sentimientos inconcretos, cuando en el fútbol intervienen bajo mano partidos políticos o grupos de presión es que se huele dinero, mucho dinero. También a deudas, a préstamos vencidos y no pagados, a favores no del todo claros. La conversión de los clubes en sociedades anónimas, las deudas que se acumulan por mala gestión, por disparates técnicos, huele a mercadeo, a intermediarios, a dinero sucio. La crisis del espectáculo puede ser un problema más grave que una guerra contra Irán o que el hundimiento de otro petrolero. El pan queda siempre próximo al circo.”
Fútbol y economía.