Yo interpreto la ausencia de un reconocimiento o mención de la cultura cristiana como constituyente de Europa en su nueva constitución como una voluntad explícita de aconfesionalidad real y de respeto a todas las religiones más o menos minoritarias que la integran. Y me parece bien, porque las catedrales, las iglesias, las obras y las confesiones individuales seguirán estando ahí. Pero
José Jiménez Lozano cree que esa ausencia del cristianismo en la naciente Constitución es una muestra de modernidad, en el peor sentido de la palabra: “esa decisión es la pura expresión lógica de la modernidad confesional y práctica, que no solamente ha educado ya a varias generaciones en la extrañeza de Grecia y Roma, y del judeo-cristianismo, sino en el desprecio y el odio de la civilización a la que todo ese pasado ha dado lugar, y muy especialmente este componente que se llama judeo-cristiano. Mejor es ser políticamente correctos, y no herir susceptibilidades; y, menos, de la dogmática cultural del tiempo, que sólo puede ofrecer como la única posibilidad de tolerancia y convivencia, y de cualquier tipo de ninguna conflictividad, una abstracción higienizada, la asepsia total de memorias y significados, que hay que renunciar u ocultar al menos.”
Cuestión de asepsia.
2003-06-29 23:10 También hay que interpretar esa ausencia intencionada del Cristianismo en la futura Carta Magna como una mano tendida a esa Europa musulmana, a Turquía. En general, tanto por vías diplomáticas, morales, éticas y de proyección futura, el engarzamiento de la “herencia cristiana” en la Constitución Europea habría revestido mayores problemas que parabienes. Saludos.