Perplejidad es lo que me provocan lecturas como esta: “El ser humano no actúa ni racional ni eficientemente cuando se trata de dinero. Sus decisiones financieras no se basan en la razón, sino que en ellas suelen entrar en juego elementos más incontrolables como son los sentimientos o las intuiciones”; ahora resulta que economistas de Estados Unidos acaban de caer en la cuenta en ello y buscan la forma de desarrollar un proceso predictivo basándose en la fluctuación de las neuronas.
Una nueva ciencia, la neuroeconomía, estudia las decisiones económicas humanas y pretende elaborar una teoría al respecto:
de cómo la gente actúa ante situaciones económicas. Pero ¿cómo medir la intuición o la percepción de peligro? y ¿por qué? con lo excitante que resulta escuchar y atender sus alertas imprevistas e impredecibles. ¿No les parece?