Xavier Caño Tamayo hace un repaso de lo que significan los acuerdos de Salónica, en un intento de esclarecer
¿Hacia dónde va Europa?: “Recortes de logros sociales, que costaron un siglo de luchas y sufrimientos, en nombre de un hipotético futuro próspero. Ésa es la nueva Europa que se gesta tras las fanfarrias y brindis por la Constitución, tan aceptable, mejorable o discutible como cualquier otra norma legal”. Todo apunta, según Xavier, a que una nueva era marcada por la pobreza, las desigualdades y la corrupción comienza, ”íntima y directamente relacionada con la entronización de la libertad sin límites para los capitales y grandes empresas junto con la obsesión por hacer desaparecer el Estado como elemento regulador y vigilante de la justicia distributiva”. Y una vez más la confusión maniquea del discurso, porque si hacemos caso a Paul Krugman: “Los recortes de impuestos favorecen principalmente a los muy, muy ricos”. Y, no, no es exactamente el recorte de impuestos lo que necesita este mundo globalizado, sino aumento del gasto social y una política redistributiva con criterios de equidad. Precisamente lo que no se desprende de los acuerdos de Salónica.