Creo firmemente en la invisibilidad. No ya en esa capacidad de adaptación al medio que remite al camaleón y que propicia una suerte de inexistencia voluntaria de cara a los demás, sino en la invisibilidad pura, en la capacidad de desaparecer, de volatilizar los átomos y convertirlos en apenas un reflejo bajo la luz. En
Materiales invisibles,
Pedro Gómez Romero habla de “especies y subespecies de materiales que no están a la vista pero que constituyen la esencia de multitud de dispositivos y productos que cada vez nos parecen más indispensables.”