Parece que al menos se ha encendido algún afán de diálogo en torno a los contenidos de las programaciones televisivas.
Francisco Nieva, en
Telebasura y apocalipsis, afronta el tema desde un punto de vista ético: “En este mundo adverso e inverso, en este mundo nuevo que se nos depara, los sabios vanidosos, bien se pueden morder las uñas, al ver que cualquiera puede ganar fama y dinero por ser cuñado de otra persona, o por haberse cruzado en una cama con tal otra, o por ser alcahuete o por haberle pegado a su mujer. Incluso por enseñar el culo. Esta apocalíptica subversión de valores impone que lo vergonzoso se muestre convertido en ejemplar, para mayor humillación del anterior sistema.” Por otro lado,
Gorka Knörr censura políticamente la actitud del PP de criticar la telebasura y no hacer nada por evitarla: “El PP, al final, opta por lo que ya defendía, es decir, televisiones donde vender sus éxitos militares en las campañas de Perejil e Irak, la repatriación aérea de los militares destinados en tareas humanitarias, y, cómo no, toda la violencia de las producciones Bush, sin olvidar las joyas de la corona que conforman, al parecer, los ‘valores del PP’ es decir: las pelotas del Pocholo de ‘Hotel Glam’, la edificante filosofía vital de ‘Gran Hermano’, el no menos edificante espectáculo de ‘Crónicas Marcianas’..., y, por ende, toda la basura televisiva que, al parecer, da muchos votos.”
PP y telebasura: dichos y hechos.