Y yo que pensaba que tras el 25M el foco de atención estaría en saber si los programas electorales se cumplirían y en adivinar las prioridades que cada equipo de gobierno trataría de vendernos; y resulta que no, que “la clave estos días no fue la representación electoral, sino la representación total: la representación de la rebeldía feroz, de la deslealtad ominosa, del delirio extravangante o del desmedido amor al dinero”.
Vicente Verdú considera que las reglas de la dramaturgia que han impregando la política-espectáculo o el espectáculo de la política, la han salvado del ostracismo; cuestión de audiencias:
La traición. Pero esto va a más, y una nueva escenificación irrumpe ante los medios:
Suárez Illana no tomará posesión de su escaño, porque acaba de dimitir, ya no estará encabezando la oposición al superpresi Bono; ¿otro ingenuo del reparto actoral? porque ya me dirán cómo llamarían a sus pretensiones de dirigir la estrategia del partido
PP en la región con la que supuestamente se había comprometido, sin haber contado con los parabienes del JefAznar. Tanto movimiento me indigesta y me reafirma en lo que hace tiempo vengo pensando: La Ley Electoral está pidiendo a gritos una modificación, y la democracia participativa una verdadera oportunidad.