Si ustedes vieron esa película de Jim Carrey en la que le hacían vivir en un inmenso plató de televisión que simulaba una ciudad y sus alrededores para ofrecer su vida a todo el mundo, entenderán mejor la construcción de una sociedad ficticia en la que un entramado de imágenes funciona a modo
burka distorsionador de la realidad:
La sociedad invisible, de Daniel Inneraty.