Marcos Winocur se adentra en la a veces luminosa órbita del sarcasmo para proponer la nacionalización de los cuerpos de los muertos: el cuerpo inerte pasaría a ser propiedad del estado para utilizar sus órganos en otros cuerpos. La propuesta consta de cuatro artículos, así que es algo más compleja de lo que aquí resumo, pero mi querencia a pensar que la carne sin vida no es nada me hace cortar la sonrisa y apoyar la propuesta. El mayor problema vendría de la gestión de la nacionalización: en una primera etapa los órganos, muy abundantes, se repartirían por estrictos baremos y sistematizaciones, pero pronto llegarían los intereses, las corrupciones y el nepotismo: vamos a dejarle este riñoncete al Secretario de Estado, esos pulmones de primera se los vendo yo de tapadillo a un amigo de mi cuñado, los higadillos cirróticos para el barrio de Vallecas, que allí no aprecian los buenos…
Nacionalizar los muertitos.