Luis María Ansón es de una especie abisal y sin duda rara: aunque carga un poco no escribe mal, pero sus opiniones son, la mayor parte de las veces, pura fachada o juego retórico. Por ejemplo, en
La espiral de la degradación arremete, ni más ni menos que con Bordieu, contra “la tendencia que se observa en todas partes, tanto en los Estados Unidos como en Europa, a sacrificar cada vez más el editorialista y el reportero-investigador al animador-bufón; la información, el análisis, la entrevista profunda, la discusión de especialistas y el reportaje a la mera diversión y, en especial, a los chismorreos insignificantes…” Cuanta razón, pero… ¿es que no lee él los titulares de su propio peródico?