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Una dimisón pertinente

Tampoco Encarna Jiménez se ha tragado la excusa de la directora del Instituto de la Mujer sobre la publicación de un libro que se titula no sé si con ironía, sarcasmo o misoginia Todas putas, que incluye relatos de violaciones a mujeres y a niñas. El caso de Miriam Tey la directora en cuestión es chirriante o mas bien de juzgado de guardia, no sólo porque desvela una vez más la falta de criterio desde el Ministerio de trabajo y Asuntos Sociales o porque sirva como argumento para vaciar de contenido a la institución pública que debería estar resolviendo las situaciones de discriminación contra las mujeres; sino sobre todo porque legitima la existencia de este tipo de discriminaciones, tirando por tierra siglos de avance en los derechos humanos de las mujeres, convenciones internacionales, cartas magnas, cartas fundamentales de derechos, y la dignidad humana. Resulta obvio el reclamo: Una dimisón pertinente, que como dice Encarna llega en un momento delicado, en plena campaña electoral, y eso debe de ser la mayor preocupación, visto que la necesidad y coherencia de las políticas de género son consideradas como “algo cursi”, y que al actual equipo de gobierno se la refanfinfla; capaces que son de cargarse el organismo de Igualdad, ya saben por eso de “teníamos un problema y lo hemos resuelto”.
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Sobre las lindezas del Autor del libro y algunas de las perlas que contiene: Apología de una violación

Pensando en voz alta de José Antonio Burriel: ”¿Saben lo que les digo a quienes entienden, comprenden, justifican, o hacen apología de la violación?? (...) ¡Que se la machaquen contra un árbol o un poste!”.
Carmen Castro | 19/05/2003 | Artículos | Crítica social

Comentarios

  1. Cayetano
    2003-05-19 13:39 Soy consciente de que una mujer (o un hombre) que ha pasado por la brutal experiencia de una violación queda marcada (o marcado) con una herida que no cicatriza jamás. Por más que se empeñen en explicarnos las maravillosas terapias curativas, la cicatriz queda y ya nada será igual. Una cosa es la realidad, otra muy distinta escribir (pintar, esculpir, filmar, etc.) obras donde aparezcan imágenes de zoofilia, sado-masoquismo, cachondeo, etc. etc. No he leido, ni pienso leer el libro, ni me interesa. Pero para obscena una escena: Entra una mujer en un bar, a nada que se fije observará como las miradas la desnudan, la saliva se convierte en babas y las narices se convierten en penes (o los penes se convierten en narices). La cosa no va a mayores. ¿Mayores? La situación es bastante desgradable. Me comentaba una amiga que estrechar la mano de ciertos hombres se convierte en un acto obsceno, que perciben con clara y nítida intención (intuición) lo que se cuece en su cerebro desviado a la entrepierna. Con todo, escribir una obra donde empalan a un Jesucristo mientras Magdalena es violada usando la santa cruz, y otras escenas más o menos simpáticas no creo que sea muy grave. Es más, una obra similar sería condenada por la Iglesia Católica, lo cual aumentaría su éxito de ventas. Me pregunto si el autor del libro lo ha escrito pensando en la nueva Iglesia Católica, la nueva moral de lo Politicamente Correcto, intuyendo el follón y frotándose las manos con esta campaña publicitaria gratuita. Lo que sucedía en en bar me preocupa, que existan personas que consideren a otra como usables. El libro es evitable, con no leerlo te vale, pero ¿como evitas los pene-narices o las narices-pene babeantes? ¿En que les influye el subsodicho libro? ¿Las narices-pene leen? ¿Lloverá esta tarde?
  2. Carmen
    2003-05-19 15:29 Escenas como la que describes del bar, son bastante frecuentes, y la tensión cuando te ves envuelta en una, resulta excesiva, por muy aguerrida que te sientas. Lamentablemente las narices-penes-babeantes refuerzan sus actitudes, por la imitación de lo que ven, en el cine, en la TV, entre los comportamientos de sus otros compinches o por lo que leen o les cuentan que se escribe/dice. Lo que hay detrás, es la idea del dominio y la usabilidad que mencionas; las mujeres simbolizan objetos sexuales susceptibles de ser dominados y poseidos por las narices-penes-babeantes, en el momento y lugar que les fluyan sus instintos primarios. Reforzar esta prevalencia del “macho”, significa enraizar aún más el sistema de arquetipos y prejuicios machistas, al cargarse gran parte del esfuerzo coeducativo realizado hasta ahora, así como la construcción de la dignidad personal desde el respeto y el reconocimiento como personas. De acuerdo con que la cultura de lo Políticamente correcto puede cercenar el campo creativo, pero… ¿Hasta dónde llega la libertad de expresión y creación? desde mi punto de vista, hasta el límite de los Derechos y dignidad humana del resto de personas. Que el libro esté escrito en forma de cuentos, es un elemento más-aunque complementario- de esta historia, porque sabido es que por deformación cultural, la mayoría de la población ese llamado género menor como integrantes de la literatura infantil; no quiero imaginarme el efecto que su lectura podría provocar en mentes adolescentes. Pero lo que realmente me escandaliza es que la susodicha obra haya sido publicada por quien ejerce como máxima representante política en España encargada de velar por el cumplimiento de los Derechos de las Mujeres. ¿Por qué no se añade a la Ley de incompatibilidades algo referente a la legitimación del cargo por acciones y hechos? No se, igual me sale la vena censora y todo, pero es que cuesta mucho tragarse esto con “normalidad” Salu2
  3. Marcos
    2003-05-20 01:38 Ahí va un estracto extenso y sin cortes de la opinión de Eloy Fernández Porta, al parecer reseñista del libro en cuestión (de Texto casi diario: “Tal como yo la veo, la noticia sobre “el libro que hace apología de la violación” es una tergiversación y un infundio en que se juntan el desconocimiento de la fuente, la incapacidad patente para leer un texto literario, la mala fe deliberada y los bajos instintos electorales. El libro de Hernán Migoya no sólo no contiene ninguna apología, ni explícita ni implícita, de la violencia contra las mujeres, sino que constituye una crítica aguda y contundente de las construcciones culturales e ideológicas de la mujer y del hombre incluyendo las construcciones de la violencia física y psicológica. Para ello el autor se sirve, en “El violador”, del punto de vista de un delincuente sexual, que describe en primera persona sus fechorías y es presentado buscando justificaciones para sus actos, en un soliloquio psicótico que, a todas luces, no busca otra cosa que suscitar la indignación moral contra el personaje -indignación que algunos lectores han decidido trasladar al autor. Lo que han hecho los medios de comunicación -reproducir tres citas, sacarlas de contexto e identificar abusivamente el punto de vista del narrador del relato con el del autor del libro es un juego absurdo que cualquiera de nosotros podría jugar en su casa, tomando un ejemplar de “Crimen y castigo”, de “El extranjero” o de “Lolita” y simulando leer el texto como si no fuese una construcción ficcional y un discurso ético sino una confesión literal de la conciencia moral de su autor. (Por cierto que, puestos a jugar a este juego, que ciertamente se jugó en los tribunales en el caso de “Lolita” , ¿por qué no considerar a Nabokov como un apólogo de asesinato que es el crimen del que su narrador se enorgullece antes que de la pederastia que es un crimen del que acaba arrepintiéndose?) Lo mismo reza para el segundo cuento. Desde que empezó esta discusión ha habido también intervenciones en que, con mejor intención que puntería, se ha querido defender el libro describiéndolo como una crítica al lenguaje de lo políticamente correcto o apelando a la ironía como potestad del artista. Aunque en una situación de censura y difamación, como es la presente, cualquier réplica debe ser bienvenida, yo no creo que sea esa la línea de defensa más adecuada. La ironía y la crítica a los códigos dominantes son rasgos que se le presuponen a cualquier obra que merezca ser leída; si “Todas putas” merece ser leído no es sólo por ellos, sino porque es un libro que tiene la valentía de intentar describir la inmoralidad como una conciencia que piensa y que se quiere inocente y trata de convencerse a sí misma de que lo es -y no como un monstruo incomprensible. Por supuesto, hubiera sido más sencillo para el autor, y menos comprometido -en el doble sentido de la palabra, remitirse a la tercera persona del singular para describir los actos del violador como un narrador omnisciente y sus pensamientos como un dios que lee la mente de sus personajes; pero también se habría perdido la verdadera carga crítica y civil que el libro posee. Mi respuesta personal a este asunto no es esteticista no es del tenor de “el arte siempre es provocación” sino estrictamente moralista: libros como este son necesarios para elaborar una crítica consistente de la violencia de género -y de cualquier otra. Por lo demás, la acusación de apología de la violencia de género resulta difícil de sostener a propósito de un libro que fue escrito por encargo editorial de la directora del Instituto de la Mujer, que está dedicado a otra mujer y que fue presentado por otra (por cierto: ¿con qué frecuencia sucede que un escritor le pida a una escritora que le presente su libro? ¿Y con qué frecuencia sucede lo contrario? Acaso ahí sí haya alguna muestra de violencia de género.) También me ha sorprendido la frivolidad de alguna gente que me pregunta si al fin y al cabo el libro en cuestión “está bien escrito o no” (presuponiendo, al parecer, que de no estar bien escrito sería una buena idea retirarlo de la circulación). Mi opinión sobre el estilo del libro ya la dejé dicha en su momento; lo que me importa señalar ahora es que las presiones políticas y mediáticas que ha recibido Miriam Tey para retirarlo de la circulación, y el proceso de difamación que están sufirendo ella misma y Hernán Migoya, constituyen la vulneración más grave de la libertad de expresión que se ha dado en la industria editorial de este país desde el secuestro judicial del “Hitler = SS” de Phillippe Vuillemin -medida ésta que, como algunos ya sabéis, fue refutada en segunda instancia por el juez. Aunque espero poder explicar este asunto en forma de artículo de opinión, lo cierto es que por ahora no parece haber muchas posibilidades de hacer tal cosa, así es que me parece especialmente importante que aquellos de vosotros que tengáis algún tipo de presencia en los medios dispongáis de esta información”
  4. Alber
    2003-05-20 12:46 Vergüenza es lo que siento al leer todo esto. ¿Qué va a ser lo próximo? ¿Prohibir a Bukowski? Mira que sus libros son un rato largo inmorales. Y atentan contra no sé cuantos derechos humanos. ¿Que son sólo literatura? No, hombre, que las palabras las carga el diablo… Y aprovecho para autoinculparme: tengo una novela en las librerías españolas en las que un personaje viola a una niña.
  5. JR
    2003-05-20 13:02 ¿Hernán Migoya? ¿Es ése que acabó por convertir El Víbora, inicialmente una admirable revista de cómic ‘underground’, en un panfleto simplón de tetas y culos? Hacía tiempo que no sabía nada de él desde que dejó de ser director de dicha publicación. Y no sé por qué, pero no me extraña en absoluto que sea él el autor del libro de la discordia. El título es muy propio de su estética ehmm… provocadora. Saludos.
  6. Cayetano
    2003-05-22 10:17 Bueno, estoy haciendo un pequeño organigrama de como se estructuran las relaciones de poder que establecen los artistas, la idea es pasar algunos por la picadora y hacer hamburguesas o chorizos (depende mucho de la autorización de Sanidad y si estoy obligado a usar pimentón). A lo que iba, no sabía que o quién era Hernán Migoya, pero en tiempos pasados y recientes se usa la cita del personaje famoso o estudios sobre el ilustre personaje. Un ejemplo, Freud, en sus comienzos desmenuza un sueño de Leonardo de Vinci y fisgonea en sus anotaciones contables para acabar sospechando que Leonardo es maricón o como se dice homosexual. Lo de maricón me pone más y me sirve mejor al caso. Eduardo Chillida no para de citar y elogiar a Heidegger. Y según va colgando toneladas de cemento por esas plazas públicas usando cables de acero a cargo del presupuesto municipal de la meseta … pues para levitar le va sirviendo San Juan de la Cruz (que dicho sea de paso no conoció ni creo que le importe el cemento armado). Y así una serie de ‘relaciones’ o simbiosis de hongo y crustáceo de la cual ambos salen beneficiados y de paso la cultura. Todo un síntoma de nuestro entorno cultural que Hernán Migoya establece una relación con el tema Violencia de Género, muy publicitado, muy usado, muy sensibilizante, muy guay y de candente actualidad eso de apuntarse a Estar sensibilizado. Hernán Migoya al parecer, escoge el escándalo para que, supongamos, acabe en una mesa de debate en Crónicas Marcianas y ayude al infame Sardá a vender la publicidad a mejores precios y a mayor gloria de GestMusic. Escritores y Artistas, en otros tiempos, andaban mariconeando con las historias de los clásicos griegos, o de intelectuales de nombre impronunciable o de obscuros y profundos valores éticos. Incluso los políticos citaban latinajos y frases escogidas de algún manual. Ahora no, parece que la Candente Actualidad que dirigen los medios más afamados diseñan el discurso para el aspirante a la fama y el éxito. Hasta los políticos consideran que el producto Violencia de Género tiene gran aceptación entre los consumidores. Y todo este rollo delirante viene a que, hace poco ha muerto otra mujer, y a muchas más las sigen inflando a hostias. Esto me recuerda que la masa de miserables y afligidos es inmensa, y si se conecta con ellos tenemos las elecciones o la venta del producto garantizada. Y sino vean la que se montó con el sermón de Jesucristo en la montaña, o de donde vino la revolución rusa o la francesa. En esta historia hace falta un lider, o un movimiento que lidere la lucha o represente o sabe Dios que, los sentimientos del rebaño. Da igual que: Linux, La Libertad de Expresión, La Blogosfera Universal, El Advenimiento de la Nueva Democracia, y todo aquello que deseen inventar o suponer. Soluciones y metodologías eficientes: Pocas. Premios y Menciones: Much@s.

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