Decíamos hace poco que Afganistán no era un buen precedente en la capacidad norteamericana de democratizar países.
Álvaro Tizón muestra un panorama desolador del territorio afgano: “Pese al periodo transcurrido desde el final de la guerra, en Afganistán hay todavía más de medio millón de desplazados. Sólo el 20% de la población tiene agua potable y la Administración ha sido incapaz incluso de restablecer regularmente el suministro de energía eléctrica en la capital. Las minas matan a una media de 100 personas al mes y hieren a otras 500. Desde el final de la guerra han muerto en el país 160 soldados norteamericanos en atentados o en enfrentamientos.”
Un espejo inquietante para Irak.