Estamos en campaña electoral; el 25M ya está próximo y la dicotomía entre quienes apoyan al software libre y quienes defienden a Microsoft deslumbra entre las tribunas y oratorias de las diferentes Españas.
Eduardo Pedreño recrimina que en esta contienda se esté politizando el uso y gestión de Linux
como panacea técnica y encarnación de una ideología progresista frente a Microsoft
el orden establecido, que desprecia a la competencia, desde un planteamiento empresarial. “Linux no encarna ni idelogía ni política: es una forma innovadora, revolucionaria de cambiar el paradigma de la creación intelectual, y en ese sentido es progresista, pero no ideológicamente ni políticamente”. La politización de Linux. La Junta de Extremadura, la Junta de Andalucía, quienes ya gobiernan en la Generalitat Valenciana y quien aspira a gobernar en Zaragoza (rodeado de un selecto grupo de asesores) están decantados por el código abierto; y quien aspira a gobernar en Cataluña, actual Ministro de Ciencia y Tecnología, se descubre como fiel aliado de Microsoft. Pero, más allá del uso electoralista que todos ellos estén haciendo en esta carrera electoral, lo cierto es que resulta ineludible el plantemiento ideológico que subyace -contrariamente a lo que Pedreño afirma ya que cualquiera de las dos opciones influirá directamente en el “estilo” y forma de actuación política, así como en el código de valores proyectado, en cuanto a racionalización de los recursos públicos, democratización del acceso y uso de los recursos, alfabetización tecnológica, impulso de procesos participativos
activos o pasivos, según la opción, transparencia o secretismo, fomento abierto o elitista de creación intelectual, instrumento de desarrollo o insturmento de consumo, ... Y esto va más allá del cartel de supuesto progresismo que cada grupo político utilice, porque afectará al entorno en el que se desarrollen las futuras generaciones; por eso,
quiero un gobierno Linux.