El spam es una plaga absurda: perjudica de una manera importante a los usuarios de internet, pero es que además tampoco puede beneficiar a quienes lo utilizan: yo, como imagino que todos ustedes, ni siquiera leo el titular: en cuanto intuyo —y por desgracia ya somos expertos: un símbolo extraño, una admiración, una palabra en otro idioma…— que el correo que acaba de entrar es spam lo borro sin siquiera ojearlo: “Los defensores (pocos) del spam arguyen que no hay que tomárselo tan en serio porque, al fin y al cabo, es como la publicidad que todos los días encontramos en el buzón de nuestra casa. Pues no, no es lo mismo. Entre otras cosas porque la que recibimos a través de Internet conlleva una repercusión económica. Durante 2002, el coste del spam para las empresas estadounidenses ascendió a 9.000 millones de euros, mientras que para las europeas ascendió a los 2.500 millones.”
¡Muerte al spam!, de
Guillermo Rodríguez.