Sobre la condena a veinte años del poeta Raúl Rivero, escribe con rabia
Bernardo Marqués-Ravelo: “No importa que sea un poeta, un intelectual, que su conducta sea un ejemplo inmaculado de principios y bellezas escogidas. No importa. El tirano ha pedido sangre, y hay que darle su cuota. Cueste lo que cueste. Y pésele al que le pese. ¿Y las voces que alguna vez fueron amigas? Olvidémonos de eso. Para el enemigo, según los credos de Castro, no hay tregua.” Recuerdo que mi padre, que no es un intelectual, sino un comerciante, me decía hace años: Cuando empiezan a perseguir a los intelectuales, que todo el mundo se esconda.
La poesía: Un arma peligrosa.