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Cuando el abuso sexual del niño es real

He asistido impotente en muchas ocasiones a la prevalencia de los derechos de los padres sobre los derechos de los niños. En general, los Servicios Sociales —y lo judiciales— son más sensibles a qué sea bueno para los adultos y no para los niños: las causas son complejas, pero creo que prima sobre todo la propia condición de padres y adultos de los Asistentes y, no pocas veces, la pereza profesional y el miedo a las represalias. Oswaldo Fernández Santos reflexiona sobre casos de abusos sexuales de padres a hijos que son desestimados por los jueces por, a juicio del autor, una mala interpretación de la sicología infantil. Cuando el abuso sexual del niño es real.
Marcos Taracido | 18/04/2003 | Artículos | Psicología

Comentarios

  1. Flanagan
    2003-04-18 13:46 No mezclemos temas. Ética y derecho son cosas distintas. Los padres que abusan sexualmente de sus hijos deberían ser encerrados durante una buena temporada en el psiquiátrico (no se trata de una mera desviación sino de una psicopatía en toda regla) y, posteriormente, responder ante la ley de el delito cometido (por evitar la argucia de la “enajenación mental transitoria”). El problema estriba en que apenas si existe algún Estado en el que los servicios sociales para las víctimas estén lo suficientemente organizados como para permitir al niño un desarrollo normal. En los Estados que dotan mayores medios a tales servicios [EEUU e Israel] está demostrado que los niños socializados siempre muestran un desarrollo inferior al de un niño normal. Y no se debe meramente al trauma, sino a que para los asistentes sociales y cuidadores se trata de un mero trabajo y nunca se estimula a estos niños como en el seno de una familia. En los demás Estados, el niño se convierte en una “falsa moneda” que va de mano en mano, de centro de acogida en centro de acogida, hasta que a los 18 se le pone en la puerta de la calle. El problema es de sobra conocido por los jueces quienes parecen considerar que, incluso en el hogar del abusador, el niño tiene más posibilidades de no terminar convirtiéndose en un sociópata que en mandánolo a un centro de acogida. Y como la cuestión de la castración química para este tipo de padres suele obtener una contestación social inmensa por parte de los grupos “humanitarios” (“hay evidencias de equívocos en las sentencias”, etc.) y de quienes defienden un punto de vista al modo de la Sex-Pol de Reich (“el padre como el niño deben ser re-educados”, “la sociedad tiene un punto de vista excesivamente victoriano del sexo”, etc.), estamos como estamos. La justicia penal en España, tras la reforma legislativa del PSOE del año 1995, es de “puertas giratorias”. Como consecuencia de la benevolente legislación hacia los delitos de sangre, la comisión de delitos sexuales apenas si está penada. Existe la necesidad no sólo de dotar a los servicios sociales con más medios, sino la de endurecer las penas. La política de la “reinserción” lo único que ha mostrado simplemente que en España sale muy barato delinquir.

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