Tras tres meses de gobierno Lula,
Joan de Alcázar analiza este breve periodo de mandato desde una postura externa e histórica: “se podría decir que Cardoso, FHC, dirigió una revolución pasiva reactiva a los cambios sociales, lo que le confirió un cierto sentido oligárquico (especialmente irritante para el MST, por ejemplo), mientras que Lula puede estar emergiendo como el líder de una revolución pasiva favorable a los movimientos sociales. Eso haría que su inequívoco sentido popular se afirmara como un poder popular de significado nuevo en la historia brasileña. Esa impronta no puede ser, claro, ni un novo zapatismo (Jaguaribe), ni una revolución vieja (Gil).” La pregunta ahora es, independientemente de su valor, si se le dejará hacerla.
Lula, el síndrome Allende y la revolución pasiva a la brasileña