Alfredo Bruñó se para en algo realmente interesante y misterioso: la caducidad de todo lo que publicamos en la internet, la conciencia pegada como una costra a nuestras mentes de que no hay futuro, no hay prospección ni perennidad; y él quiere interpretarlo como una libertad añadida, una liberación de las ataduras del afán de posteridad: ”[...] nunca seamos nosotros mismos para siempre. Seamos promiscuos. Escribamos sin cesar y sin pensar en el tiempo. Cedamos el código de nuestra fuente para que podamos ser imitados, incluso mejorados. Quizás así, en este río del olvido, podamos nadar al fin hacia el futuro.”
El encuentro en el futuro.