Adolfo Ramírez Corona escribe un bonito texto sobre
La escritura perdida, ese lento pero firme desánimo hacia la letra impresa que nos va invadiendo silenciosamente y que cuando percibimos está ya gordo y asentado dentro del cuerpo. Y de paso, en la derrota de la letra leemos una bella descripción del otro vicio, del de anotar y escribir sobre todo aquello que huela a celulosa: “La primera semana es difícil notarlo, pero la tinta de tu bolígrafo dura más de lo normal. El lapicero o portaminas no necesita recambio. Hasta las notas al margen del libro que estás leyendo son menos frecuentes. No te angustia salir a la calle sin traer algo en que anotar. Te detienes en la cafetería a tomar un café y nada más. De hecho, usas las servilletas de papel únicamente para limpiarte la boca y las manos, no para garabatear algo.”