“Cada uno de esos pasos es una parada en el interior del maizal. Un día nos arrancamos a cruzarlo, o nos encontramos cruzándolo sin haberlo previsto. Intentamos alcanzar el otro lado, la vacuna del sida, el pararrayos, la compañía para un vaso de whisky. Por el camino nos paramos seis mil veces. Sólo se ve, dentro de un maizal, el propio rastro. A veces ni eso, porque las mazorcas se cierran a la espalda.” Quedan, claro, las guadañas, las hoces y hasta las manos.
Maizales, de Dacid Álvarez.