Siempre he pensado que la capacidad de aburrirse es un derecho inalienable. Quiero poder aburrirme; es más, gozo en el aburrimiento: “Si uno no se aburriera nunca, uno probablemente tampoco estaría presente de verdad y sería un mero objeto del aburrimiento, como se dijo al principio. Uno se encendería, cual letrero luminoso, por todos los tejados, o se rebobinaría como un trozo de película cualquiera. Pero si uno está presente de verdad, a uno no le queda más que aburrirse con el bullicio abstracto y permanente que no le deja a uno existir, y, al mismo tiempo, conocerse como algo aburrido por existir en él.” Alfredo Bruñó traduce para
Almacén El aburrimiento, mini ensayo de
Siegfried Kracauer, autor alemán del que casi nada hay traducido al español y cuya mirada a los problemas filosóficos de su tiempo parece mantenerse muy viva.